Ahí va la crónica de Marcos:
Levanteme temprano para la tempranera carrera de la ciencia. Comentábamos Rubén y yo en la salida si tiene sentido madrugar un domingo para ir a echar el hígado corriendo; unos seis mil individuos opinan que sí a juzgar por el abarrote que se produce siempre en esta carrera. A pesar de dicho abarrote, conseguir el dorsal y el chip (nuevo modelo: una chapa plana con cuatro agujeros) no llevó ni dos minutos.
Esta ha sido la carrera de las obras; en varios tramos se estrechaba la calzada debido a vallas que limitaban obras (no hubo que saltar ninguna zanja). Es un detalle importante porque salimos muy atrás y el slalom habitual para ir poniéndose en ritmo de carrera costó un poco más de la cuenta por culpa de esas estrecheces. Aun así, Rubén y yo salimos como rayos y adelantamos muchas posiciones hasta el comienzo de la carrera real, en el Paseo de la Castellana, donde se inicia la cuesta arriba (aunque tus piernas no lo descubren hasta el km 7).
Justo en ese punto, Rubén sacó el turbo y ya no lo vi hasta la meta. Yo seguí a mi ritmo, o más bien, a buen ritmo, porque fui adelantando puestos todo el rato; creo que es la primera carrera en la que me pasa (ayudó lo atrás que salimos, aprendeos el truco psicológico). Mi objetivo era bajar de 45 min y este año parecía factible. Sabiendo ya el recorrido y preparado psicológicamente para la subida del Paseo de la Castellana, mantuve ritmo y fui pasando gente... eso sí, se me hizo larguísimo... hasta hubo un momento en que pensé que no habían puesto avituallamiento en el km 5, porque dicho km parecía no llegar nunca. Llegó, no obstante, y la moral seguía intacta. Lo malo vino al llegar a Cuzco, donde los subebajas ya empezaron a pesar en las piernas. Aguanté el tipo como pude. Algún puesto perdía, a pies de los veloces estos de km 8 que no se sabe de dónde salen a esa velocidad, pero lo ganaba a costa de los que iban perdiendo más fuelle que yo. Por fin apareció el cartel de km 9 y ahí puse el piloto automático de "Un km a todo lo que dé", ensayado en nuestros fartlek del Soto. Funcionó medianamente bien porque no me adelantaron muchos y yo adelante a alguno. Los últimos 100 m fueron a todo trapo, con un par de adelantos in extremis, en mi línea (uno a un paso de la meta)... todo ello para comprobar que por tres malditos segundos no logré bajar de 45 min... (tiempo real, el oficial mucho peor: 46:37).
Saldo final, puesto 755 de 4863 que terminaron la prueba... y, agarraos, puesto 495 de veteranos masculino, de... ¡3084! (se nota que los veteranos que vienen a esta carrera no están muy en forma).
Como guinda final, otro profesor URJC corrió esta carrera: Pablo Martínez de Anguita, en 1:11:00 (puesto, más allá del 4000). Esto es Campus Saludable.
A día de hoy, ni siquiera tengo agujetas... nuestro entrenamiento maratoniano da sus frutos.
martes, 20 de octubre de 2009
miércoles, 7 de octubre de 2009
Media de Móstoles, 2009
La salida era en frente del complejo deportivo municipal que hay junto al parque del Soto. Precisamente ahí, junto a la salida, estaba la primera de las dos únicas pegas que le pongo al recorrido. A escasos cincuenta metros de la salida, había una zanja en el margen izquierdo de la carretera. Para evitar recibir codazos y comerme la valla que rodeaba a la zanja, me quedé por la derecha y retrasado. El recorrido subía hasta
domingo, 4 de octubre de 2009
Cross de la Pedriza
Hoy ha sido el Cross de la Pedriza, y casi no me quedan fuerzas para escribir este post. La carrera fue increible, a lo largo de un paisaje inmejorable; lo único de lo que nos pudimos quejar algunos corredores es del calor y el solazo, impropios de estas fechas. Por suerte este año el recorrido se hizo al revés, con la zona umbría al final y la zona despejada al principio, así que podemos decir que pudo haber sido mucho peor.
A las 8:30 ya estabamos allí para la recogida de dorsales; una infusión en el bar de la Pedriza para calentar el estomago y bajar un poco la adrenalina, y a la salida. Por ahí me encontré con Pedro y Carlos, dos colegas de Raúl. Prometían ir al tran-tran, así que me uní a ellos, temeroso de empezar demasiado fuerte y acabar mal. Cometimos un error al colocarnos demasiado atrás, ya que la mayoría de la carrera hay que hacerla en fila india y llevabamos alguno delante que iba de paseo.
Empieza la carrera con una ligera bajada, se cruza el río, un poco de llaneo y primer tramo de subida: el Yelmo. Personalmente a mí esta vez se me hizo más fácil que en el Cross de hace unas semanas, posiblemente porque llevaba un ritmo más relajado. A mitad de subida me sentía bien y empecé a adelantar a los que iban un poco lentos, sin pasarme. Lo peor es que ya me perdí de Pedro y Carlos.
Al llegar a la pradera del Yelmo, se empieza a bordear la montaña y comienza una bajada técnica que nos lleva a los pies de la Ventana. Desde aquí fuí más o menos en un grupo de unos 10 que ibamos a un ritmo similar, y no nos separaríamos hasta los últimos kilometros. La subida a la Ventana, que continúa hasta las Torres, fue también muy técnica y dura, con el Sol golpeando fuerte en nuestras nucas. Por ahí fuimos adelantando a algunos que fueron demasiado optimistas al principio y que se vieron obligados a frenar o incluso a pararse a descansar.
Llegamos a las Torres y uno empieza a pensar que ya todo es bajada (hacia arriba poco queda), así que soltamos las piernas y a bajar. Mala idea, como veremos al llegar al Collado Cabrón. Lo cierto es que en esta parte el camino discurre por un sendero zigzagueante bajo un pinar magnífico, y el frescor de la sombra unido al buen estado del camino nos anima a dejarnos llevar, y así hasta el Collado del nombre bonito. Por ahí me encuentro con Lillo, que está apuntando los dorsales de los corredores. Cuando empiezo a subir ya me doy cuenta de que las piernas ya no dan más de sí, así que sólo me queda subir el Collado andando... y con dificultad. Curiosamente mis compañeros de viaje deben estar igual, ya que ninguno de ellos me adelante.
Se baja entonces el Collado y se llega al río. ¿Dónde está la meta? Todavía queda bajar un poco a lo largo del río, cruzar el puente y hacer un tramo de asfalto hasta la meta. Esta parte se me hace interminable, pero mi mujer está esperando en meta y tengo que llegar sonriendo (si no, no me deja volver a ningún sarao de estos). Termino la cosa en el puesto 154 (creo que eramos 300) con 3 horas y 33 minutos, y muy orgulloso. Después de beber y comer algo, bajo al río a remojar los pies y quitarme un poco el polvo del camino, un lujazo.
No volví a ver a Pedro y Carlos, que debieron entrar mientras me remojaba, así que no sé cómo les fué. Espero que bien. Yo espero repetir el año que viene, y a ver si acompañado, colegas :-).
A las 8:30 ya estabamos allí para la recogida de dorsales; una infusión en el bar de la Pedriza para calentar el estomago y bajar un poco la adrenalina, y a la salida. Por ahí me encontré con Pedro y Carlos, dos colegas de Raúl. Prometían ir al tran-tran, así que me uní a ellos, temeroso de empezar demasiado fuerte y acabar mal. Cometimos un error al colocarnos demasiado atrás, ya que la mayoría de la carrera hay que hacerla en fila india y llevabamos alguno delante que iba de paseo.
Empieza la carrera con una ligera bajada, se cruza el río, un poco de llaneo y primer tramo de subida: el Yelmo. Personalmente a mí esta vez se me hizo más fácil que en el Cross de hace unas semanas, posiblemente porque llevaba un ritmo más relajado. A mitad de subida me sentía bien y empecé a adelantar a los que iban un poco lentos, sin pasarme. Lo peor es que ya me perdí de Pedro y Carlos.
Al llegar a la pradera del Yelmo, se empieza a bordear la montaña y comienza una bajada técnica que nos lleva a los pies de la Ventana. Desde aquí fuí más o menos en un grupo de unos 10 que ibamos a un ritmo similar, y no nos separaríamos hasta los últimos kilometros. La subida a la Ventana, que continúa hasta las Torres, fue también muy técnica y dura, con el Sol golpeando fuerte en nuestras nucas. Por ahí fuimos adelantando a algunos que fueron demasiado optimistas al principio y que se vieron obligados a frenar o incluso a pararse a descansar.
Llegamos a las Torres y uno empieza a pensar que ya todo es bajada (hacia arriba poco queda), así que soltamos las piernas y a bajar. Mala idea, como veremos al llegar al Collado Cabrón. Lo cierto es que en esta parte el camino discurre por un sendero zigzagueante bajo un pinar magnífico, y el frescor de la sombra unido al buen estado del camino nos anima a dejarnos llevar, y así hasta el Collado del nombre bonito. Por ahí me encuentro con Lillo, que está apuntando los dorsales de los corredores. Cuando empiezo a subir ya me doy cuenta de que las piernas ya no dan más de sí, así que sólo me queda subir el Collado andando... y con dificultad. Curiosamente mis compañeros de viaje deben estar igual, ya que ninguno de ellos me adelante.
Se baja entonces el Collado y se llega al río. ¿Dónde está la meta? Todavía queda bajar un poco a lo largo del río, cruzar el puente y hacer un tramo de asfalto hasta la meta. Esta parte se me hace interminable, pero mi mujer está esperando en meta y tengo que llegar sonriendo (si no, no me deja volver a ningún sarao de estos). Termino la cosa en el puesto 154 (creo que eramos 300) con 3 horas y 33 minutos, y muy orgulloso. Después de beber y comer algo, bajo al río a remojar los pies y quitarme un poco el polvo del camino, un lujazo.
No volví a ver a Pedro y Carlos, que debieron entrar mientras me remojaba, así que no sé cómo les fué. Espero que bien. Yo espero repetir el año que viene, y a ver si acompañado, colegas :-).
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